Escrito por María Antonia Ybarra Gayán
Fuente: Actualidad Jurídica Aranzadi
Desmitificar: “Disminuir o privar de atributos míticos u otros semejantes.”
Nuestra sociedad, cargada de estereotipos, ha vinculado históricamente la figura de la mujer al desempeño de labores del hogar o la mera gestión o administración, y al hombre las de autoridad y liderazgo. Sin duda, en estos días, se ha comprobado que las virtudes de ambos juegan roles complementarios que aportan valor al buen funcionamiento de los distintos sectores socioeconómicos.
Sin dejarnos llevar por fanatismos o por discursos radicales– actualmente sobra de eso–, voy a centrarme en aquellas cuestiones en las que la presencia de la mujer en la abogacía ha venido, con el paso de los años, aportando valor conforme al auge de la mujer por esta vocación. Porque al contrario de lo que muchas voces fanáticas y otras cargadas de pensamientos extremos intenten hacernos pensar, hoy en día, como mujer y como abogada, me siento en este sector, tradicionalmente masculino, plenamente integrada.
¿A quién le debe extrañar? La mujer, con sus virtudes y defectos, aporta sentido del orden, empatía, entrega, atención al detalle, e intuición, entre muchas otras cualidades, que contribuyen al desempeño de su actividad profesional día tras día. Cabría preguntarse más bien, ¿A qué se debe su inmersión tan tardía en esta profesión? Con casi total seguridad la razón es la evolución en la que hemos pasado de una sociedad históricamente tradicional, hasta la sociedad moderna e integradora que tenemos hoy en día, pero en ningún caso a la falta de aptitudes técnicas o practicas para ejercer la abogacía. Las citadas cualidades son “un tesoro” para el mundo de la abogacía, profesión caracterizada muchas veces por su rigurosidad, formalidad, atención a los plazos, y en la que cada detalle y empeño importa.
Dejando a un lado los pensamientos negativos, animo a cada una de nosotras a que transforme esos pensamientos y energías negativas en motivación y confianza en sus cualidades, para mejorar cada día y que el esfuerzo de todas nos haga crecer en conjunto, sin dejarnos llevar por la mitificación ya que – gracias a las políticas de igualdad y de conciliación ya implementadas – en esta generación la desigualdad es ya historia, aunque no nos conformemos con esto y queramos dar aún más de nosotras.
No nos dejemos llevar tanto por los rankings anuales, en los que suelen elegir a los mejores abogados en base a la facturación, o en cuantas mujeres se encuentran en la cabeza de los principales despachos, y reconozcamos nuestra competitividad y eficacia real en la resolución de conflictos y en el día a día de esta profesión tan vocacional, donde nos llevaríamos más de una sorpresa. Desgraciadamente, no es lo que vende portadas, pero si lo que todas deberíamos tener en cuenta.