Escrito por Luis Zarraluqui Navarro, Socio-director de ZARRALUQUI ABOGADOS DE FAMILIA.
Fuente: Actualidad Jurídica Aranzadi
En la primera parte de este artículo (febrero 2024) reflexionaba acerca de algunas de las cualidades personales que tiene que tener el aventurero que quiera dedicarse a esta rama del derecho para, a continuación, listar aquellos errores que el desconocimiento, la inexperiencia y la defectuosa formación provocan. El primero de ellos trataba de la utilización del término “acuerdo”. Sin perjuicio de lo que a este respecto mantenía en la primera parte de este artículo, y sin querer repetirme, tengo que añadir que NO ES CIERTO QUE SEA MEJOR UN MAL ACUERDO QUE UN BUEN PLEITO como se suele oír frecuentemente y de manera recurrente. Lo que es malo, es malo, y solamente aquellos que sufren un mal acuerdo – y las dificultades reales de modificarlo – saben la dureza de convivir con ese mal acuerdo. Esto no significa – no vayamos a los extremos – que no haya que intentarlo y que no debamos hacer cesiones; en estos temas de familia tenemos que huir de la terminología belicista – vencedores y vencidos – y sustituirla por otra que nos lleve a asumir que se trata de resolver un problema (o problemas) muy importante, que generalmente no son culpa de nadie (y de todos a la vez) y que suele afectar a terceros. Eso no significa, tampoco, que no haya que poner límites o líneas rojas (dependiendo de cada caso) a los acuerdos. Las prisas, los malos consejos, etc., hacen un daño horroroso.
En segundo lugar, el aspirante a abogado de familia, desde la humildad, tiene que saber que LOS CLIENTES NO SIEMPRE TIENEN RAZÓN. Esta frase, que enunciada al revés, puede ser un eslogan comercial que produce réditos, no cabe de manera absoluta en derecho de familia. Esta es una materia donde la subjetividad, los sentimientos, el desconocimiento de la legalidad y, sobre todo, de la realidad judicial, provoca que los clientes, en muchas ocasiones, no tengan razón; que estén equivocados. Es muy frecuente que, en los despachos especializados, nos encontremos con frases como “¿los niños, a partir de los 12 años, ya pueden decidir con quién quieren vivir verdad?”, “¿antes de los 3 años no se concede una custodia compartida, verdad?”, “¿las medidas cautelares (confundiéndolas con las medidas provisionales),” las va a dictar muy rápido el juzgado, verdad?”… y otras muchas por el estilo que son, todas ellas, inciertas pero que alguien les ha dicho o en algún sitio han escuchado. Mucha culpa de esto tiene internet. Ahora, igual que todos somos médicos (y entrenadores de fútbol) también sabemos de derecho de familia. El acercamiento del cliente a la realidad, necesario por la experiencia, produce mucha frustración y pérdida de clientes movidos por cantos de sirenas, pero el abogado sincero, honesto y profesional, tiene que hacerlo.
En tercer lugar, el abogado que se quiera dedicar a esta materia tiene que ser consciente de la tremenda dificultad de conciliar su vida profesional con la personal. El ejercicio libre de la abogacía – en contraposición al abogado interno de una empresa – en prácticamente todas las especialidades tiene dificultades para esa conciliación, pero en el caso del derecho de familia (solo comparable, en parte, con el derecho penal) es muy difícil poder separar los problemas de los clientes (en situaciones personales complicadas) de tu vida personal. Sin embargo, hay que lograrlo; el abogado de familia tiene que encontrar ese punto de equilibrio – el que evoca el famoso poema IF de Rudyard Kipling – por el cual “TODO CUENTA, PERO NADA DEMASIADO”. Solamente desde la tranquilidad y la objetividad podrás ayudar a tu cliente. Este estado es muy difícil de conseguir y más aún de mantener; y no todos – por mucho derecho que sepan – al inicio de sus entusiastas carreras profesionales pueden saber si van a ser capaces de conseguirlo. Solamente el tiempo y la experiencia te lo confirman. Esto tampoco te lo enseñan en la universidad, ni te preparan para ello, pero no hay nada más perjudicial para el cliente que un abogado insatisfecho o descontento.
En cuarto lugar, GENERALMENTE EN DERECHO DE FAMILIA EMPEZAMOS HABLANDO DE NIÑOS Y ACABAMOS HABLANDO DE DINERO, pero… de eso hablaremos en la siguiente entrega.